Aunque lo parezca, ni siquiera pienso en la infinitesimal probabilidad de acabar la noche con él.
Los nervios de mi estómago no dicen lo mismo.
Sin embargo, en un intento de auntoconvencimiento he conseguido convencerme (valga la redundancia). Pensaré en mí, en esos malditos exámenes, en el autobús de las 6 de la mañana, en disfrutar el momento y si le veo, después del momento de ahogo típico, intentaré no aparentar que por dentro me muero de ganas de besarle hasta que salga el sol. Y me marcharé a casa feliz, sonriendo, escuchando música alegre y pensando en el próximo sábado.
Los nervios de mi estómago no dicen lo mismo.
Sin embargo, en un intento de auntoconvencimiento he conseguido convencerme (valga la redundancia). Pensaré en mí, en esos malditos exámenes, en el autobús de las 6 de la mañana, en disfrutar el momento y si le veo, después del momento de ahogo típico, intentaré no aparentar que por dentro me muero de ganas de besarle hasta que salga el sol. Y me marcharé a casa feliz, sonriendo, escuchando música alegre y pensando en el próximo sábado.