Tumbarme sobre tu pecho y escuchar como te late el corazón,
fuerte y lento (como tú dices).
Brindar mirándote a los ojos,
por nosotros.
Que el reloj nos siga jugando la mala pasada de avanzar deprisa.
Y que sigas arreglando mis domingos y sobre todo, mis martes.
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