jueves, 6 de enero de 2011

Hay caprichos de amor que una dama no debe tener

Volví al bar a la noche siguiente a brindar con su silla vacía. Me pedí una cerveza bien fría y entonces, nose si soñé o era suya la ardiente voz que me iba diciendo al oido: ''me moría de ganas, querido, de verte otra vez''

Doy pena, pero sólo pienso en que el sábado aparezca por mi lado ese escritor que no sabe escribir y me proponga, una vez más que un piso antes del séptimo cielo se abra el ascensor.

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