sábado, 1 de noviembre de 2014

Aún te recuerdo

Aun recuerdo sus manos y, porqué no decirlo, sus dientes. He olvidado su forma de besas y, a veces, no consigo recordar su voz. Su sonrisa aún queda intacta en mi memoria junto a su nariz, sus ojos, y esas pobladas cejas; su olor se ha esfumado (o ya se esfumó hace tiempo).
Aún paseo por su calle (mentalmente) y es difícil recordar el número de su portal, así como el de su piso, un octavo o noveno con vistas a esa ciudad que un día me robó el corazón y la razón (Barcelona).
Aún recuerdo esas gafas naranjas y las vistas tan ¿románticas? que había desde el Tibidabo. Quedaron pendientes aquellas patatas bracas de las que tanto me hablaste. Quedó pendiente subir, aquella noche, a tu habitación.
Recordar el primer abrazo y consigo, el primer beso, aún suponen pequeños pero puntiagudos alfileres en el corazón. El sabor a donuts o a magdalena de aquella mañana, tampoco lo recuerdo.
Me creías perfecta (o eso decías) y, a la vez, tan inmadura y falta de personalidad que nunca fuiste capaz de terminar ,o más bien, de empezar a conocerme. Fíjate que lo intenté, tan pasiva..., que  no fui capaz de hacerte sentir nada, nada de nada.
Sólo una noche gracias, o más bien por culpa del alcohol, se me escapó un ''te quiero'' al teléfono, cosa que supuso que al día siguiente te vetase ese tema de conversación y por tanto, no tratarlo contigo en la vida. Después fuiste tú, con un ''te quiero un montón'' que yo negué con la cabeza y arranqué de raíz, para siempre.
Inmadura, cabezota, insegura, cobarde,... no fui capaz.
Y siempre me arrepentiré de ello. De una historia que más que real era insuperable, inalcanzable, preciosa y perfecta y, que a la vez era algo ficticio, imaginario, platónico y, para nada, perfecta o preciosa. Historia que no puedo olvidar, pero que no quiero retomar porque ya es tarde, pero que aún se clava en la conciencia como ese paseo por el Parc Güell. Como las fotos, que supongo borraste, como mirarte a los ojos mientras íbamos en moto y yo te agarraba como si la tierra te fuera a tragar. Como que han pasado siete años y serán catorce y seguiré recordando.
Aún espero ese café, o más bien la contestación al sms, que de haber sido afirmativa, quién sabe cómo y dónde estaríamos ahora mismo.
Hace dos años volviste. Volviste porque te felicité el día de tu cumpleaños y me proponías ir a verte, llamarte por teléfono y volver a arrancarme el corazón. Fui fuerte, o eso intenté, nunca volví a llamarte aunque me moría de ganas por volver a marcar el 93 como prefijo y escucharte al otro lado y decirte, que había tardado tanto en llamar porque antes tenía que mentalizarme.
Nunca volverá lo que un día ni fue. Nunca volverá la sensación de volverte a ver.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

No sabía del desierto

No sabía que también había desiertos que desembocaban en el mar. Recuerdo cómo durante aquellos primeros meses del año, un sentimiento devas...