jueves, 14 de julio de 2011

Jóvenes promesas, no, no teníamos nada...

No es fácil describir lo que estaba sintiendo en aquellos momentos. Aun hoy, no sabría describirlo.
Con cuatro años a las espaldas desde aquel día de julio.

Reescribir una vez más aquella historia sería absurdo, repetir aquello de: ''no sé si fue el destino o la casualidad, pero al llegar él estaba allí'', sería excesivo.
Los recuerdos me abruman, se me amontonan en la cabeza y quieren salir en forma de lágrimas.

Otro 14 de julio. Este, tal vez, tiene un sabor más amargo. No sé si sabe a derrota o, más bien, a resignación.
Y ya no queda nada, sólo alguna foto y muchos muchos momentos grabados en mi mente. Cientos de miradas, un guiño de ojo, su sonrisa, el reloj de mi padre que marcó la hora exacta del momento exacto, un bolígrafo rojo, mi temblor de manos, dos besos en la mejilla, la primera despedida, una corta pero larga espera,... Y sobre todo queda ese sentimiento que, en su momento, no pude comprender.
Guissona, donde empezó todo, donde mi historia cambió para siempre.





Ya ves te estoy mintiendo,
ya ves, no lo he podido aceptar,
que aun te eche de menos
y que este menos vaya aún a más.

Ahora miento casi siempre,
todo el mundo lo hace.
Engaño a otros y me engaño a mí,
¿para qué diablos sirve la verdad?



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