Y yo con cara de idiota... de eso estoy segura.
Llorar, llorar hubiera sido la solución más fácil. Arrepentirme y con eso, reconocer que una vez más había vuelto a equivocarme. Además, equivocarse es de sabios y por ello, debo ser una de las personas más sabias en estos momentos.
Al principio no quieres ni pensarlo, miento, solamente piensas que por fin has acertado en tu elección. Que en la variedad está el gusto y que de tanto y tanto buscar, lo has encontrado. 'Este es diferente'. Sí, diferente. Diferente en apariencia y eso es lo que más te gusta, diferente en cuanto a gustos, en forma de vestir, incluso diferente en cuanto a sus estudios.
Una tarde más que perfecta y ya tienes una excusa para montarte todo el tinglado en tu cabeza. Luego llega el fin de semana, unas cuantas cervezas más y al chiringuito ya le has puesto hasta adornos.
La hostia llega tarde y te das cuenta de que estaba más que cantada. Que tenías todas las papeletas para que te tocara de nuevo la lotería y, con tu buena suerte, ¡enhorabuena, el primer premio!. Entonces vienen los lloros, esos que no me esperaba porque tras tanta perfección era imposible una tara así. Y tras los lloros los arrepentimientos y el 'quién me mandaría a mí'. Luego los odios, los golpes, el releer de mensajes, unes cabos, desatas lazos, lloras otra vez, golpeas la mesa, miras una foto, otra... y es entonces cuando el masoquismo se apodera de ti con tanta fuerza que eres incapaz de sortearlo y te llena por completo. Te refugias en el 'bah, si me da igual' y sales a la calle más ancha que larga, pero sabiendo que a la mínima te vuelves a casa corriendo.
El tiempo pasa, y tu te niegas a aceptar la cruda realidad y sumida en el masoquismo innato vuelves a tenerle de frente. Podrías soltarle todo de golpe, que no le diera tiempo a reaccionar ni a prepararse una excusa, pero prefieres tumbarte en la hierba y abrazarle, como si no pasara nada. Y te invita a su casa, y vas, porque interiormente hay una esperanza, un coraje que te llena haciendo creer que algún día te dirá lo mucho que te quiere y que no puede estar sin ti. Y te utiliza, un día más y un día menos, sabiendo que llegará el lunes o el jueves, el martes o el miércoles o te reservará para el fin de semana y tu estarás ahí, esperando su llamada. Llamada que aceptarás, como todos y cada uno de sus planes, solo por un beso que te de un poquito de fuerza para tirar pa'lante.
Seguir engañada, pero feliz. Porque ya son muchos palos y otra historia así, no va a acabar contigo. Que ya tengo el corazón más que curtido y, aunque lleno de arañazos y cicatrices, sigue haciendo su función. Y porque no me rindo, que la esperanza es lo último que se pierde, y si me he convencido de que es diferente, tal vez sea tan igual como los demás, pero esperaré a que me lo demuestre. Porque llorar hubiera sido el camino más fácil y con ello, arrepentirme.