domingo, 20 de mayo de 2012

Me duele el reloj

Hoy no me siento bien. Me siento como si algo no fuera del todo bien. Me siento más bien como si algo fuera mal.
Te siento distante, lejos de mí y nada tienen que ver esos 500 kilómetros que nos han estado separando desde el primer momento. Es como si yo necesitara algo más, que tú, no quieres darme. Supongo que no es nada concreto ni nada material, tampoco llega a ser nada sentimental, porque aún no sé que es ese algo.
Sólo (o ya) hace dos semanas que no nos vemos, que nos tenemos lejos, pero es como si hubieses puesto más tierra de por medio que nunca. Aunque no sé si decir tierra o hielo, porque siento frío, mucho frío.
Estás ausente, como si en un intento de huir has optado por meterte en tu cabeza, en ti mismo y no querer salir de ahí. El problema es que, yo también estoy ausente, pero al meterme en mí, cada rincón está ocupado por tus recuerdos, por tus manías, por tus maneras,...
Ahora siento miedo. Miedo como desde el primer día, cuando se me comía la incertidumbre porque no te conocía. Ahora el miedo es distinto, miedo porque te conozco lo suficiente como para decir que no quiero una vida sin ti, sin tu cara sonriente y sin tu trenza colgando del lado derecho de tu cabeza.
Me has arrancado el corazón como nadie ha podido hacerlo nunca. Estoy segura de que fui yo la que se abrió en canal para entregártelo. Has cerrado mis heridas, todo el pasado bañado en fracaso ha quedado en eso, pasado, gracias a tus tiritas. Tiritas de colores, cada una con distinta forma, recuerdo que la primera era una nube o una estrella, o más bien una nube con forma de estrella.
Y ahora qué hago si cada poro de mi piel lleva su nombre y no sé vivir sin levantarme cada día pensando en él. Que dudo de todo y de nada, porque luego llegas tú y eres la mayor certeza que puedo tener para seguir con esta locura, que parecía transitoria. 

Hoy, es domingo y puede, pero sólo puede, que ese dato haya contribuido a este estado de ánimo que está casi por los suelos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

No sabía del desierto

No sabía que también había desiertos que desembocaban en el mar. Recuerdo cómo durante aquellos primeros meses del año, un sentimiento devas...