Tú estarás por ahí, regalando sonrisas, bañado en alcohol, donde hace una semana todo giraba en torno a nosotros.
Creo que me duele el alma, si es que lo tengo. Te echo de menos con una facilidad que da hasta miedo.
Esta noche se me va a hacer más complicado de lo normal dormir, no podré evitar recordar esa habitación, esas sábanas, ese edredón, la vela, tus manos.
¿Quién me despertará en mitad de la noche llenándome de besos, sacándome de quicio? ¿Quién?
¿Quién será el responsable de todas mis sonrisas, de todas mis miradas, de todas y cada una de mis palabras? ¿Serás tú?
Supongo que tendré que acostumbrarme a beberte a sorbos de vez en cuando, sólo muy de vez en cuando. Y mientras tanto, nos extrañaremos el uno al otro, posiblemente uno más que el otro. Pero me conformaré con este poco, que para mí es mucho, que me llena por completo aunque en la distancia me sienta vacía.
Soñaré contigo si así sacio mis ganas de verte, nos llamaremos borrachos y hablaremos cosas que ninguno de los dos recordará al día siguiente, nos escribiremos canciones, poesías, cuentos y fábulas. Cuidaré de Boxer.
Seguiré impregnándome de ti, día a día, mes a mes. No pensaré en el futuro, porque estamos hechos de presente y eso es lo que te prometo, mucho presente. No pensaré en el final ni en el odio, porque aunque tengan que llegar, me negaré a aceptarlo.
Siempre serás esa piedra del camino que, en vez de tropezar con ella y pasar, me guardé en el bolsillo. Ahora te llevo conmigo, aunque para ello tenga que imaginarlo, pero estás a cada paso que doy. Ni te imaginas la de lágrimas que han llevado tu nombre y las que, por suerte o por desgracia, lo seguirán llevando.
Soy tu lechuza, sólo tuya. Y tú, si quieres, serás sólo mi alacrán.
A una semana luz de haber estado caminando por un sueño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario