No cambies nunca, quédate así, en esa edad tan imprecisa como la del Principito, esa edad que aun te permite soñar e imaginar como tú lo haces. No crezcas nunca. Sigue siempre así.
Hace tres meses de aquella ingeniosa conspiración del universo que nos reunió en un punto cualquiera del mapa. Hace tres meses de aquella noche en la playa, de nosotros hablando incansables como si se tratase del último día... y sólo era el primero. Fue la tormenta perfecta.
Cuando el mundo empezó a girar en torno a nosotros ya fue imposible pararlo, el tiempo se nos colgó de la espalda y empezamos este camino, que no parece fácil, pero que hacemos sencillo.
Es una sensación extraña, como cuando te falta algo y lo encuentras, que te sientes por fin aliviado. Algo así sentí yo, puede que él fuera esa parte de mí que me faltaba, la otra mitad perfecta, quien me complementa.
Quiero pensar que él sintió algo parecido y por eso me abrazó, el primer beso vino poco después y entonces, dejamos de controlar la situación para siempre. Cada palabra, cada paso andado, cada gesto y cada mirada cobraron un sentido que hasta entonces, no tenían. Sobre todo cada palabra fue clave para ir cultivando un sentimiento que, a día de hoy, soy incapaz de describir.
Pensé que con el tiempo explicarlo sería más fácil, pero conforme pasan los días se me complica un poco más. Lo raro es que aun no me haya cansado, que cada día me sorprenda un poco más, que siempre me haga sonreír. Me muero de celos, celos de nada y celos de todo, celos de quien te tiene cerca, de todos esos que tienen ese privilegio.
No sabes cómo me siento cada vez que hablamos de nuevo, para mí cada día es como el primero, me sudan las manos y el corazón se me quiere salir por la boca. No me permitiría perderte por nada del mundo.
Que sólo son tres meses, pero también son ya tres meses. Que no te cambio por nada. Que voy a seguir comiéndome la distancia a bocaos sólo para poder pasar, aunque sean, unas horas contigo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario