No era necesario ser muy lista para prever un final así. Tampoco eran cosas del destino y no estaba escrito en ninguna parte.
Aun así preferí cerrar los ojos y seguir hacia delante, hacer caso omiso a quien me aconsejaba olvidar esa hipotética historia.
Y como todo, ésto también tuvo su final, siendo su último capítulo una mañana llena de bostezos, ojos entrecerrados, películas sin sentido y algún que otro beso. Esa misma noche ya no quedaba nada, ni cenizas. Un escritor me ayudó a olvidar esa misma madrugada, recordando besos pasados, la manta de nuestro frío invierno, abrazando lo que no era.
No hay comentarios:
Publicar un comentario