La incertidumbre ha sido la protagonista desde el minuto uno. Desde esa tarde medio lluviosa en la que me odiaba por haber sido tan impulsiva, hasta la mañana del sábado, ya bañada en rutina.
No saber qué sientes es un gran problema y más, cuando lo que creías que sentías, de repente, brilla por su ausencia. Pensar que tienes un día malo es la opción más fácil. De fácil, absurda, y entonces te percatas de que algo no va del todo bien. Que de esa ilusión del principio sólo quedan los restos, que de los altibajos predominan los bajos, y que casi todos los buenos momentos se camuflan tras un algo. Y es ese algo la clave de todo. Algo parecido a la desilusión, la decepción o la desgana. Algo que no comprendes ni cómo ni porqué ha llegado a invadirte por completo.
Aun así voy pasando los días, ganándole el terreno a esa 'desgana', obligándome a sentir a gusto, tal vez mintiéndome a mí misma. Pero a la vez feliz, por su infinita paciencia, por sus ojos verdes, por darse la oportunidad a conocerme y por darme a mi la de conocerle a él. Porque todo empezó con una incertidumbre, que dos meses después sigue en pie y porque espero que este sea un buen principio, principio de incertidumbre.
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