Aun me retumban en la cabeza sus últimas palabras. ¿Cómo no iba a ir? Tu habías marcado el ritmo de todos y cada unos de mis días durante esos dos años, si respiraba, era por tí.
El miedo a un rechazo me acompañó desde el primer día de ese fin de semana y reconozco que ni cuando me dijiste 'te quiero' pude calmarme.
Sabía que podía perder mucho, pero también, presentía que era mi última oportunidad. La perdí.
Pero pasé un bonito fin de semana con visita en moto a Barcelona, comida en un mejicano, viaje en metro hasta el Maremagnum, noche en la playa, besos en el fòrum, abrazos de esos que tanto me gustan, besos en una rave, besos en la puerta de mi albergue,...
El domingo quería morir, morir literalmente. La mañana ya no empezó con buen pie y la tarde no fue menos. Me fue imposible comer y no era culpa de la resaca. Sólo quería llorar, casualmente como en estos momentos. El fin estaba ahí, ahí mismo, a escasas horas, a escasos besos, a escasas miradas, a escasas caricias.
La despedida fue tan fría como cálida, ya ni recuerdo lo que hablamos. Pero sí recuerdo tu último abrazo, tu ultimo beso, tu última mirada y mi último intento por no separarme de ti, cuando empezaste a marcharte y solo era un dedo el que sujetaba otro dedo tuyo. Aunque tiré con fuerza, nos soltamos. Y nos soltamos para siempre.
Será que estoy melancólica de ese tiempo en que tú eras mi todo y estaba segura de que me guardabas un trocito de tu corazón. Será que, ahora que ya no te tengo, me arrepiento. Será que es verdad eso de que no hay que dejar pasar las oportunidades cuando llegan, porque cuando se van, tardan mucho tiempo en volver. Será que te echo de menos.