Hace un año, exactamente un año, tenía la misma extraña sensación de vacío en el cuerpo que ahora mismo. Hace un año que el verano había acabado para mi, al igual que en estos momentos.
Ha pasado un año desde que esa playa nos reunió por primera vez y ahora, un año después, ella misma ha sido testigo directo de lo nuestro. 365 días con sus 365 noches y un verano sin despegarnos ni un momento, que parecemos un apéndice el uno del otro.
Ha sido duro vivir entre autobuses, despedidas y reencuentros, pero nos ha servido para cerciorarnos de que aquel 2 de agosto, los dos tomamos la decisión acertada.
Eres único.
Gracias por tu sonrisa, por tu mirada, por tus despertares, por esos besos que me das y cada uno de los abrazos. Gracias, porque a veces ni me lo merezco y me has enseñado a pedir perdón. Gracias por dármelo todo, por tu paciencia y por darme esa fuerza para seguir hacia delante este camino contigo de la mano.
Podrán separarnos muchos kilómetros físicamente, pero siempre, en todo momento, te tengo a mi lado y yo estoy allí contigo.
No quiero que esto acabe nunca, no quiero despertar.
Hace un año estábamos aquí sentados...